sábado, 10 de enero de 2015

Βορέας

Las vacaciones de Navidad las pasamos en Patras, la primera semana, y en Nueva Trebisonda, el pueblo, la segunda. La semana de Patras no hicimos gran cosa, solo dimos un par de vueltas por la ciudad para ver la decoración navideña y un día fuimos al museo de la ciudad. Pasamos el día de Nochebuena (que en Grecia no existe) y el de Navidad allí, y el día 30 salimos hacia el pueblo. Como teníamos que ir hasta Yánena, que es donde empieza la autovía más grande de Grecia, aprovechamos para parar allí un par de horas y ver la ciudad. Hacía muchísimo frío (nos preguntábamos si nos nevaría), pero Yánena me pareció muy bonita. Está a la orilla de un gran lago que añade humedad al frío y tiene unas murallas bizantinas que rodean el núcleo originario de la ciudad, el cual tiene un característico aire turco y está coronado por la mezquita de Aslan Aga.

Después de comer (dentro del coche, por el frío) los bocadillos que llevábamos preparados volvimos a ponernos en marcha hacia el pueblo por la autovía Egnatía. A mitad de camino empezó a nevar levemente, y en poco tiempo arreció notablemente. Era la primera vez que yo veía nevar en mi vida y la segunda vez que veía la nieve en general, pues una vez había ido al monte en Madrid y había cuajado un poco en el suelo la noche anterior.

El precioso espectáculo, sin embargo, significó un retraso considerable, pues nos vimos obligados a reducir la velocidad hasta los cuarenta o cincuenta kilómetros por hora. A causa de ello llegamos al pueblo tardísimo por la noche, aunque no importó porque nos estaban esperando todos para cenar con la chimenea encendida y todo, así que nos calentamos enseguida.

Al día siguiente fuimos a Caterini a hacer la compra para llenar la nevera (o no, tampoco iba a estropearse la comida) y recoger a Cristina, la alumna de traducción de griego de la UMA a la que invitamos a pasar la (media) Navidad con nosotros, que venía desde Salónica donde está de Erasmus hasta febrero. La pobre podría resumir su estancia en la capital del Ponto con la palabra «familia»: todos los días venían a la casa cuñados, hermanos, primos, sobrinos, abuelos y demás familiares a los que había que saludar y decirles el mismo rollo: soy la novia de Γιώργος, estoy estudiando en Atenas, estudié Traducción e Interpretación en Málaga, que es donde aprendí griego; yo estoy de Erasmus en Salónica, estoy estudiando también Traducción e Interpretación en Málaga, vivo cerca del centro, sí, me gusta mucho Salónica. Aparte del contacto con los parientes, también fuimos un día (poco rato, porque hacía mucho frío) a dar una vuelta por el pueblo para verlo todo nevado, antes de que se empezara a derretir la nieve. Y hablamos de todo, y hasta tradujimos. Y, lo más importante, la tía de Γιώργος nos cocinó sus magníficos platos.


Palmeras con nieve.

Un episodio destacable de esta semana fue la Nochevieja: durante la cena se nos ocurrió a Cristina, Γιώργος y a mí hacer lo de las uvas con la familia griega, lo cual había comentado ya con Γιώργος, pero más en broma que en serio. Como no teníamos uvas (en Grecia, como no se toman en Nochevieja, no las venden, puesto que no es exactamente su época) tuvimos que recurrir al fruto más pequeño que habbía disponible: mandarinas. Nos lanzamos los tres (y una prima) a pelar mandarinas y contar doce gajos para cada uno, y a las doce menos cinco puse en el ordenador la tele española en directo. Luego me enteré, por los trending topics de Twitter, de que había vuelto Ramón García a TVE y lamenté habérmelo perdido. Cuando llegó el momento, todos sabían lo que tenían que hacer y con qué sonidos empezar a comerse los gajos, pero empezaron a reírse unos y a atragantarse otros y nadie se los terminó. Como en España. Yo, por mi parte, sí me terminé los doce gajos. Por primera vez en mi vida, pues en España con las uvas no lo consigo.



El último día de la estancia de Cristina con nosotros nos fuimos los tres a Salónica, porque queríamos ir a dar una vuelta y así la dejábamos en su casa. Yo había avisado a Giulia, la italiana que conocí en Chipre en 2011, que está trabajando en Salónica, para vernos. Al final hasta nos acogió en su casa aquella noche, a pesar de que madrugaba al día siguiente. Cuando volvimos al pueblo nos quedamos un día más (así pude despedirme de la chimenea, mi gran aliada) y regresamos a Atenas al día siguiente desde Caterini, en autobús.

Al fondo, el Olimpo.

Un barco, típico adorno navideño de Grecia.