Hace unos cuantos viernes, el 27 de febrero, nos cogimos el barco y nos fuimos de viaje a Samos, la patria de Pitágoras y la de Aristarco. Allí nos quedamos en la casa (γκαρσονιέρα) de un amigo de Γιώργος, en Carlóvasi, el segundo municipio más grande de la isla después de Samos, la capital. En realidad es medianamente grande porque hay una facultad de la universidad del Egeo, de lo contrario no tendría ni la mitad de vida que tiene, al menos en invierno. E incluso en verano, los turistas suelen ir más a la capital que a Carlóvasi.
En cualquier caso, Carlóvasi, y Samos en general, es un lugar muy bonito y muy tranquilo; no me importaría vivir aquí, aunque el elevadísimo grado de humedad que tiene constantemente me lo impediría. De hecho, cuando bajamos del barco, a las dos de la mañana, estaban cayendo literalmente chuzos de punta y, aunque el amigo de Γιώργος vino a buscarnos junto con un amigo suyo que tenía coche para no ir caminando hasta su casa de madrugada, nos pusimos chorreando, pues llevábamos además varios bultos entre mochilas, bolsos y bolsas con comida. Al bajar del coche en la parte de abajo de la calle, que era peatonal y cuesta arriba, había dejado de llover, pero vimos (o intuimos, porque no había farolas) que por la pendiente bajaba un río (por lo menos el Ebro) y que no teníamos más remedio que meternos dentro. Y hacia la mitad de la calle, el suelo estaba en obras y tuvimos además que sortear la hormigonera, los montones de tierra, los adoquines sueltos y los apilados. Mis pies no podían coger más agua porque son pequeñitos. Tuve que pedirle unos zapatos a la novia del amigo para poder salir a la calle. Durante un par de días más siguió lloviendo y luego nos hizo sol y buen tiempo hasta el final. Pero siempre con humedad.
Un día fuimos al antiguo Carlóvasi, que está en la ladera de la montaña, un poco apartado del nuevo. Por el camino, casi campo a través (no cogimos el camino que sube desde el puerto), encontramos una diminuta iglesia bizantina junto a un río y las ruinas de un castillo, probablemente de la época de la Turcocracia, desde las que se disfrutaba de una vista preciosa. Olvidé la cámara y no tengo fotos de aquel día.
Otro día dimos una vuelta por Carlóvasi y llegamos hasta el puerto. Desde esta parte de Samos se ve Turquía a lo lejos, cuando no hay calima, y creíamos que también el sur de la isla de Quíos, pero está un poco más lejos de lo que pensábamos y la tierra que confundimos con Quíos era también Turquía.
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Iglesia con cúpulas y portadas azules. Muy curioso, y no desentona. |
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Iglesia de la Dormición de la Virgen. |
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Otra iglesia con cúpulas azules. |
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La portada. |
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Se bende. En griego. Mal. |
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Ze bemde. En griego muy mal. Es la misma casa. |
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En el camino al puerto. Al fondo está Turquía, que prometo que se ve. |
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Aristarco de Samos, el griego que descubrió que la tierra gira alrededor del sol. |
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Por si no se veía bien. |
En otra excursión subimos al viejo Carlóvasi por el otro lado, también campo a través, y volvimos a encontrar en el camino dos capillas, una medio excavada en la roca (la parte de atrás) y otra directamente metida en una cueva.
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Pero... ¿quién le dio qué al de San Antonio? |
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Cuidado con las transcripciones del griego. San Adonios no es san Antonio. |
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¿No parece el camino que lleva a la Comarca? |
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Ya no recuerdo si esta es la de san Adonio o la de san Isídoros. |
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Carlóvasi con Turquía al fondo. |
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San Adonios o san Isídoros. |
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El rompeolas del puerto. Turquía. |
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Una amiga que nos echamos un día. Bala en griego, claro. |
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Técnica de cultivo que ya usaban los antiguos. |
Cuando fuimos a comprar los billetes de barco para volver a Atenas, porque yo tenía clase el viernes en la fundación, nos dijeron que para el jueves no había, que era el viernes. Aunque habíamos visto en internet que sí había el jueves, nos tuvimos que creer lo que nos dijo la empleada de la compañía de barcos y compramos dos billetes para el primer barco que hubiera Samos-Mitilene (Lesbos): el sábado. De todas formas iba a perderme la clase, y así por lo menos visitaríamos también a la prima de Γιώργος, que estudia en Mitilene y nos animó a ir a verla. En Mitilene nos dijeron que el primer barco hacia Atenas era el miércoles, y yo tenía cosas que hacer: en primer lugar, ya me había perdido dos clases de griego por estar en Samos, y si cogía ese barco iba a perderme otras dos, todas seguidas; en segundo lugar, nos dijeron que el barco era de los antiguos, que tardaba quince horas en vez de sólo nosecuántas; en tercer lugar, el jueves había clase con Αριστηνός y yo aún no había ni comprado el libro cuyo escritor vendría a hablar de su libro; y en cuarto lugar, el jueves también, llegaban mis padres y no teníamos ni siquiera comida en casa, porque habíamos vaciado el frigorífico para dejarlo desenchufado. Así que volví en avión a Atenas el lunes por la noche. Γιώργος cogió el barco el miércoles, todo el día se pasó ahí metido, pero se ahorró el dinero del avión.
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La calle de Potamón de Alejandría, filósofo de la época romana. |
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Vista del castillo bizantino de Mitilene desde el camino a las ruinas del teatro romano. |
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¿Se ve el castillo ahora? |
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Grecia se llena de flores en primavera. |
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Lo que queda del teatro romano. Todo eso son flores. |
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En el teatro hay más flores que piedras. |
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Estatua de Safo junto al castillo bizantino. |
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Σαπφώ, Ψαπφα en dialecto eolio. |
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[Δε με αφήνει η ντροπή μου να πω κάτι που θέλω·]
αν ήτανε ο πόθος σου για τα καλά κι ωραία,
κι αν σταματούσε η γλώσσα σου βρώμικα να μιλάει,
θα 'χες θάρρος στα μάτια σου και θα 'λεγες αλήθειες. |
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Otra estatua de Safo en el centro de Mitilene. |
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Las iglesias de las islas son bastante peculiares. |
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Campanario de una iglesia catedral católica. |
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Mi más reciente adquisición. Todos los poemas de Safo en edición bilingüe. |
Entre mi llegada a Atenas y la de Γιώργος hice un montón de cosas. Apunté todo lo que hice en la agenda, para que quedase constancia y creerme yo misma que me dio tiempo a todo eso.
El martes lo primero que hice fue llamar a Olalla, porque teníamos que ver la traducción de febrero (no pude terminarla a tiempo para llamarlo antes del viaje, y como se alargó, al final era un poco tarde). Le dije que en dos días llegaban mis padres e iba a estar ocupada, que si podíamos vernos antes, y quedamos para el miércoles. Me llamaría por la mañana para confirmar la hora, y así, decía, que pudiera yo avisar al otro español y quedar los tres si eso. Puse una lavadora y salí para la universidad, porque me había escrito la compañera polaca del programa para que le hiciera el favor de enviarle escaneado el relato que había traducido para febrero, que se lo había pedido su tutora, y ella estaba fuera de Atenas. Yo le había dicho que estaba en Samos, pero no le importó esperar, así que fui a buscar el libro de relatos a la biblioteca de letras.
Al salir de casa vi el aviso de llegada del sobre con las papeletas para las elecciones andaluzas. Tendría que ir a recogerlo a Correos, pero a partir del día siguiente, como siempre. De camino a la universidad fui a comprar el libro para la clase de Αριστηνός; en la librería más cercana a la parada del autobús, Πολιτεία, no lo tenían, así que tuve que ir hasta la IANÓS, donde me lo encontró la empleada después de buscarlo yo sola, no encontrarlo, y pensar que si no lo tenían adónde iría a buscarlo ahora. El caso es que tenía más de 300 páginas, e iba a estar los dos días que me quedaban sin parar de hacer cosas, así que ni siquiera me preocupé. Total, otras veces habría dado igual que no lo hubiera lleebado leído.
Llegué a la biblioteca, busqué el libro, le dejé el carnet en prenda a la bibliotecaria y bajé a que me lo escanearan. Me dijeron que eso llevaba tiempo, que tenía que dejarlo, yo les respondí que lo necesitaba el mismo día, que si eso podía volver más tarde (después de comer), pero sin contestarme me lo hicieron en el momento. Pues vale.
Volví a subir a la biblioteca, dejé el libro, recuperé mi carnet y fui a la sala de ordenadores a enviarle el archivo a la polaca. Me quedé haciendo tiempo hasta la hora de comer y aproveché que estaba allí para no cocinar. Que tampoco habría tenido qué cocinar si me hubiera quedado en casa.
Después de comer no volví a casa aún, sino que me pasé por la biblioteca del Instituto Cervantes a devolver unos libros de Γιώργος que debía haber devuelto él pero estaba en Samos y aún no iba a volver. Es decir, llevaba toda la mañana cargando con los libros porque volver a casa desde la universidad y luego ir otra vez al Cervantes tampoco me convenía. Del Cervantes fui hacia casa, pero antes pasé por una copistería que hay al lado para que me fotocopiara el primer capítulo de Εντολή, de Διδώ Σωτηρίου, para traducirlo en marzo. Otro libro que había estado paseando por media Atenas. Ya que estaba allí, compré dos sobres para enviar uno a mi casa y otro a Anto junto con el sobre de votación, para comprobar si llegaban a tiempo.
De la copistería fui al supermercado a comprar provisiones, más que nada para la cena. Llegué por fin a casa, tendí la ropa que había dejado lavándose por la mañana y me puse a revisar otra vez la traducción (estaba terminada, pero por si acaso. Ya nos conocemos) y a preparar los sobres que iba a enviar. Metí una cosa en cada uno y escribí en sendos papeles el motivo de los envíos para que me avisaran de su recepción. Hice la cena, me la comí y hasta la hora de dormir estuve leyendo el libro. No saqué mucho en claro.
El miércoles me levanté a las siete de la mañana para ir a Correos a recoger el sobre con las papeletas, que no podría haber sido más oportuno. De allí fui directamente a la clase de griego; por primera vez en mucho tiempo llegué temprano, tanto que me dio tiempo a tomarme un café antes de entrar. Menos mal. En lo que llegó la profesora, como me aburría esperando, abrí el sobre, leí las instrucciones, metí la papeleta y cerré el sobre. Lo dejé listo para enviarlo. Al salir de la clase, a las 12, me llamó Olalla para concretar la hora de nuestro encuentro. A las cuatro menos cuarto de la tarde. Qué horas son esas. En fin. Llegué a casa, cogí los dos sobres que iba a enviar junto con el otro y volví a ir a Correos para enviarlos. Hice de comer, comí rápidamente y salí para el Cervantes con la cabeza sin lavar. Qué horas son esas.
Cuando terminamos de ver la traducción (no voy a comentar nada porque en fin), pasé por el supermercado antes de subir a casa para comprar más cosas que faltaban. Envié la traducción, después de añadir los cambios que habíamos visto, y me puse otra vez con el libro. Y si no me hubiera puesto.
Γιώργος llegó a las tantas porque había cogido el barco con dos horas de retraso. Al día siguiente, que llegaban mis padres, iba a tener que ir al mercaíllo a por fruta y verdura, porque yo tenía clase de 11 a 14 y luego tenía que comer e ir a buscarlos.
La clase fue como de costumbre, solo que esta vez parecía que nos habíamos puesto de acuerdo y casi nadie había leído el libro. Uno ni siquiera vino porque ni se lo había comprado. Pero, como he dicho, la clase fue como las demás, así que no se notó que nadie tenía nada que decir.