miércoles, 20 de enero de 2016

Αστραίος


Fuente: http://www.protagon.gr/epikairotita/esy-ti-tha-epairnes-mazi-sou-an-se-kserizwnan-44341029407
De todos es sabido que la historia reciente de Grecia está muy ligada al concepto de refugiado. Tras la catástrofe de Asia Menor y el genocidio de los griegos del ponto a principios del siglo XX, cientos de miles de griegos huyeron de su tierra y se instalaron en un país diferente, hablante de una lengua parecida pero ininteligible, viéndose obligados a integrarse en una sociedad hostil. Así, hoy, media Grecia es nieta y bisnieta de refugiados, lo que quizá los ayuda a tener presente lo trágico que resulta tener que dejar atrás la patria como única solución para sobrevivir, y así comprender mejor la situación por la que están pasando otros pueblos.

Esta tarde he acudido a una exposición sobre los refugiados (en general) que exhibe el Museo Laográfico (o de Artes y Costumbres Populares) y Etnológico de Macedonia y Tracia, en Salónica, cuyo título es «Εσύ τι θα έπαιρνες μαζί σου αν σε ξερίζωναν;» [«Tú ¿qué te llevarías contigo si te arrancasen de tu patria?»]. El verbo empleado por la autora de la exposición es ξεριζώνω, que literalmente significa 'sacar o arrancar de raíz', y metafóricamente, expulsar a alguien de su lugar de nacimiento o residencia por la fuerza y generalmente de forma definitiva'.

Esta exposición está firmada por María Belivani, salonicense descendiente de refugiados como refirió en la presentación. Precisamente Salónica ha sido a lo largo de la historia una ciudad hospitalaria y multicultural, y a ello contribuyó la última llegada en masa, la de los griegos del Ponto, quienes se instalaron casi todos en esta ciudad y sus alrededores (Calamariá, Caterini y otros lugares dentro de la región de Macedonia).


https://www.lemmth.gr/documents/35881/0/%CE%9C%CE%A0%CE%95%CE%9B%CE%99%CE%92%CE%91%CE%9D%CE%97+last.pdf/6a04eef5-996f-47b6-99a4-303b2b8a1dec

Estamos hechos del material del territorio. De quienes se marcharon y de aquellos que llegaron en busca de una nueva patria. Esta constante dialéctica de la historia es la que estamos llamados a gestionar hoy. El arte es el consuelo del alma.
María Belivani


Con la exposición «Salónica, una cosmópolis hospitalaria» buscábamos el hilo que permitiera a la ciudad incorporar en el tejido de su vida colectiva a los extranjeros ocasionales. Es este un hilo que nace, mucho tiempo antes de la fundación de la ciudad, de los agricultores que se instalaron en el golfo Termaico durante el séptimo milenio a. C. y transformaron aquella tierra «anónima, inexistente y desértica» de los recolectores de alimentos en un terreno cultivado y el anodino cambio de la estación fría a la cálida en ciclos productivos. Desde el golfo Termaico la agricultura se extendió a Centroeuropa por medio del corredor Axio-Morava: el mismo recorrido, tan drámaticamente de actualidad estos días, de la ola de refugiados sirios.
Durante los milenios siguientes se extendió una organización de la vida colectiva sin precedentes: sedentaria, compleja, con lenguaje articulado: los agricultores convirtieron los grupos humanos poco poblados en populosas comunidades hablantes. En la costa y el interior del golfo Termaico se desarrolló la construcción por parte de tracios, frigios, peonios, dárdanos, eubeos, macedonios y atenienses, con rivalidades pero también con un modus vivendi que pasó a la ciudad fundada por Casandro en el año 316 a. C.
Esta universalidad geofísica es el hilo de Salónica.
¿De qué otra manera se puede interpretar si no la inscripción del mosaico del siglo VII que representa al patrón de la ciudad: «Πανόλβιε Χριστού μάρτυς φιλόπολις φροντίδα τίθη και πολιτών και ξένων» [Glorioso mártir de Cristo, amante de nuestra ciudad, protege tanto a los ciudadanos como a los foráneos]? ¿Cómo si no entender las palabras del erudito constantinopolitano del siglo XIV Nicéforo Cumno: «ουδείς άπολις» ['Nadie sin patria'] mientras exista la ciudad de los Salonicenses?; se trata de la más perfecta definición del fenómeno urbano, cuando este es digno llamarse 'ciudad'. Y ¿cómo si no una ciudad de 158.000 habitantes en 900 hectáreas de terreno urbano en 1913 roza hoy los 800.000 habitantes en 6.200 hectáreas de hospitalario terreno urbano, en medio de conflictos mundiales y regionales, un demoledor incendio, el establecimiento de 117.000 refugiados, la trágica pérdida de nuestros conciudadanos judíos y tres éxodos rurales de posguerra?
Si Salónica resistió a la agitación del siglo XX, si mantuvo en gran medida su promesa urbana, fue porque la urdimbre de refugiados, tan dramáticamente dispersa, halló un antiquísimo hilo que la sujetase y confeccionase una nueva forma de vida coletiva: la forma de la modernidad.
Entre las diversas actividades de la exposición «Salónica, una cosmópolis hospitalaria», nuestro Museo albergó en 2014 la exposición de la Fundación de los Intercambiados por el Tratado de Lausana, con sede en Estambul, «Las dos orillas de la nostalgia. Historias de familias refugiadas». Reconocimos en la nostalgia no el dolor del día del retorno (en este caso inviable) sino el pesar como ingrediente confortante de la vida colectiva.
En las obras de la exposición de María Belivani, inspiradas por fotografías y relatos de refugiados, distinguimos: en las efigies, una versión de los retratos de El Fayum con la esperanzadora y lírica esbeltez de la acuarela en lugar de la melancolía cérea; en los mapas con frases de despedida en vez de topónimos, la profunda metonimia de la expatriación forzosa; en los hatillos de yeso, el tiempo «congelado» del traslado violento; en los sonidos de las búsquedas de la Cruz Roja, un último «adiós». Y en la pregunta del título de la exposición se oye ya el silencio como respuesta al dolor: desde la muda y dispersa urdimbre la vida colectiva irradió, y aún irradia, plenitud.

Sisis Scambalis
Director del Museo Laográfico y Etnológico
de Macedonia y Tracia

miércoles, 6 de enero de 2016

Τελεσφόρος

Telésforo es el hijo de Asclepio, el dios de la medicina, y simboliza la convalecencia, la recuperación de la enfermedad. Yo estoy convaleciente de la muela del juicio, o más bien de su ausencia. Empiezo por el principio.

Como la muela del juicio suele empezar a crecer y detenerse a medias, se me había formado un recoveco un tanto peligroso al quedar ésta aún parcialmente tapada por la encía, y llevaba varios días notando una leve molestia en esa zona. Pensando que pudiera ser una caries por la dificultad que presentaba al acceso de un cepillo de dientes, se lo comenté a la familia y me dieron el teléfono de un dentista de Caterini que por lo visto era conocido suyo. El lunes por la mañana me dijo por teléfono que podía verme ese mismo mediodía, y en cuanto abrí la boca me explicó que el dolor era causado por la falta de espacio: la muela quería crecer en un lugar donde no cabía, de modo que había que sacarla. «¿Quieres ahora, ya que estás aquí?» «Bueno, ¿por qué no?».

Todos sabemos que la extracción de una muela del juicio no es igual a la de otras muelas. Las otras muelas se sacan porque están enfermas, con lo cual son más débiles y están más despegadas o incluso rotas. Las del juicio están completamente sanas, por lo que se requiere mucha más fuerza; la mía era además grandísima, y según oí comentar al dentista llegaba hasta el hueso de la mandíbula. Tuvo que hacerle un par de muescas a los lados para poder agarrarla y tirar, y se tuvo que poner casi encima de mí para encontrar un ángulo desde donde poder hacer fuerza. Tras un forcejeo que me pareció interminable, me ofreció a mi retoño, sin olvidar indicarme que estaba rodeado de bacterias listas para infectarse. Luego en casa, como no sabía con qué quitarle ese color rojo brillante, la metí en lejía pura durante horas y se le quedó un tono de blanco que no se ve todos los días. Deberían llamarlo blanco lejía.

Total, que salgo de la consulta corriendo porque en diez minutos cerraban la farmacia de debajo, compro por señas los analgésicos de la receta y vuelvo a buscar a Γιώργος, que había aprovechado la excursión a Caterini para quedar con una amiga.

—:(
¿Qué te ha dicho?
—[Gesto de kaputt]
¡¿Te la ha sacado?!
—:(

Como el padre de Γιώργος también había bajado a Caterini por la mañana, lo llamamos (es un decir) por teléfono para preguntarle si volvíamos todos juntos en el coche. Ahí empezó a dejar de hacer efecto la anestesia y me dolía horrores, además de sangrar como un pollo sin cabeza. Tras una hora en casa del tío de Γιώργος (el concepto de pasarse a saludar no está muy perfeccionado en Grecia) durante la que me quise morir allí mismo, por fin nos fuimos. A dos calles el padre paró en doble fila a comprar pan. O más bien paró en doble fila en una calle y se fue a por el pan al quinto pino. En esto que vemos venir por detrás un camión de la basura, y como no podía pasar por ser más ancho que un coche normal iba a formarse una cola del copón detrás de nosotros. Γιώργος sale del coche con toda su buena intención llamando a su padre al móvil, y a mí no se me ocurre otra cosa que mirar al volante: había dejado las llaves puestas. Me paso al asiento del conductor desde atrás, arranco y avanzo. Γιώργος, que de repente ha visto que el coche se mueve, le cuelga a su padre, se me monta al lado y me empieza a decir adónde tengo que ir. Y el camión detrás. Dimos dos vueltas a toda la manzana, con el ayuntamiento y su plaza incluidos, en primera y sin ajustar asientos ni espejos. Y hablando con la muela del juicio sangrando y doliendo. Y luego ni siquiera se lo pude contar a la familia porque no podía hablar.

Γιώργος tiene que volver al cuartel el domingo, y mañana nos vamos a Salónica. Podríamos habernos ido ayer, o esta mañana, pues los miércoles hay mercadillo y yo no tengo nada en casa, pero su madre insistió en que nos quedáramos ayer y luego me explicó que hoy es 6 de enero y es fiesta, así que en toda Grecia no hay mercadillo. Estaremos en mi casa desde el jueves hasta el sábado y aprovecharemos para relajarnos con la tranquilidad que nos aportará la soledad. Y a lo mejor salimos alguna que otra noche a tomar una cerveza.