lunes, 28 de diciembre de 2015

Ζαγρεύς

Llevo unos cuantos días en el pueblo. No es la primera vez que estoy aquí sola, pues en septiembre y octubre Γιώργος se fue a Atenas un par de veces; tampoco es la primera vez que llego yo sola, pues cuando fuimos a Creta en abril yo vine en avión vía Salónica y él llegó unos días más tarde vía Atenas. Por supuesto, aquí nadie tiene ningún problema en que lo hagamos así: ni ellos ni nosotros. Da gusto ir y venir a las casas griegas; esta debe de ser la famosa hospitalidad griega de la que tanto se habla. Así, yo cada día quiero más a esta familia y ellos cada día me aprecian más, estoy segura. Como pequeña muestra de agradecimiento por su hospitalidad les he dejado bajo el árbol de Navidad unos pequeños regalitos que compré en el Tiger. Nada especial, pero seguro que les hace ilusión; ¡me hacía hasta a mí! Por eso se los dejé la mañana del día 25, aun sabiendo que en Grecia es el 31 por la noche cuando pasa Άι Βασίλης. Yo les dije que, como soy española, he preferido dejárselos en el día español y ellos me contestaron que, como son griegos, prefieren dejarlos ahí hasta el día griego. Ningún problema.

Después de mí también llegaron los de Patras: mis suegros y mi cuñado. Ya solo falta Γιώργος, que se espera para mañana por la noche. Como no llegó a tiempo a apuntarse en la lista del permiso de Navidad, se tuvo que apuntar en la lista de Nochevieja/Año Nuevo. Dice que saldrá del cuartel por la mañana y cogerá el primer tren que pase (que tampoco son muchos), y como tiene que recorrer toda Grecia del norte a velocidad no de AVE, porque es imposible con tantas montañas, tardará todo el día en llegar.

Este es más o menos el recorrido que hace el tren desde Νέα Βύσσα, donde lo coge Γιώργος, hasta Κατερίνη, donde se bajará, con aproximadamente todas las paradas que hace. Como se puede apreciar, no hay ni una sola línea recta.

Ayer estuve jugando con los cuatro primos al Twister, como si tuviéramos diez o quince años menos, y lo pasamos genial. La partida que echamos al Monopoly no fue tan alocada, pero también nos reímos un montón; quedó pendiente repetir la partida con Γιώργος, pues él y su primo son los que se lo toman más en serio. Pueden rodar cabezas.

Además de pasarlo bien con los primos, está la tía Χαρούλα y sus dulces navideños. Y sus recetas diosiles. No hay mayor placer en este pueblo que acurrucarse junto a la chimenea y calentarse oyendo el crepitar de las llamas mientras se paladea un κουραμβιές. Sobre todo cuando una ayudó en su preparación.

Estrellitas, medias lunas y hombrecillos





martes, 22 de diciembre de 2015

Πέρσης

El domingo estuve en una exposición interesantísima. Quería haber esperado a Yorgos para ir juntos, pero acaba el 5 de enero y además las visitas del público general son solo los domingos; entre semana aceptan solo excursiones de colegios. Era ahora o nunca. Así que cogí mi cámara de fotos y me dirigí hasta la Exposición Internacional de Salónica, un espacio grandísimo con varios pabellones para acoger diversos actos, exposiciones y demás. Estos días, como es Navidad, habían montado en la entrada una feria con atracciones para los niños y  puestos de comida y bebida. Hasta envidia me dio.

Cuando por fin encontré el pabellón 3 (no fue fácil), encendí la cámara dispuesta a fotografiarlo todo y me recorrí la exposición varias veces, pues me maravilló. Es lo que tiene el arte antiguo, que es mi debilidad.

La exposición, pequeña pero intensa, consistía en una gran sala, muy negra pero también muy iluminada, con las estatuas en fila en el centro, cada una con un cartel explicativo enfrente, de modo que se formaba un pasillo en forma de U que el visitante iba recorriendo; a un lado, la explicación y la reproducción de un grabado con el aspecto de la estatua en épocas anteriores, y al otro lado la propia estatua. Además, a un lado de la sala, que se suponía que era el inicio del recorrido, había colocados otros carteles explicativos a modo de introducción a la historia de las esculturas.

Como fotografié todos los carteles, he podido traducir toda la información:




Misiva de Emmanuel Miller a su esposa el día 10 de octubre de 1864:

«Estaba deseando contarte la gran buena noticia. El Sultán, a través del Gran Visir, Fuad Pashá, me ha dado permiso para desprender y trasladar a Francia ocho estatuas de Salónica, que tanto deseaba, mas la gente ya ha comenzado a irritarse y enojarse. Están coléricos porque me llevaré estas estatuas, que han sufrido tantos daños.» Y así empezó la cuenta atrás para el viaje sin retorno hacia Francia de las estatuas de las Incantadas

Lo siguiente fue separar y transportar las esculturas, el 4 de noviembre de 1864, y ocho búfalos avanzaron por entre los intrincados callejones de Salónica llevando las Incantadas hasta el puerto de la ciudad. Cuatro estatuas dobles (ménade, Dioniso, Ariadna, Leda, Ganímedes, uno de los Dioscuros, Aura y Niké) fueron cargadas en el barco «La Truite» y trasladadas a Francia.

Su sustracción fue el primer robo oficialmente registrado, por supuesto con el permiso de las autoridades otomanas que entonces regían la ciudad.

El monumento fue erigido por los romanos para adornar la entrada sur del foro, por el lado de la actual calle Egnatía. Las estatuas, finalmente, fueron colocadas en el pórtico de entrada a la casa de un rico comerciante de tejidos judío, en el barrio de Rogos, en la parte norte de la calle Egnatía.

Esta vivienda fue construida hacia finales del siglo ii d. C. Su nombre viene de los relieves de ídolos situados a ambos lados de los pilares de la parte superior de la estoa. Los salonicenses la llamaban «Estoa de los Ídolos», mientras que los sefarditas la conocían como «las Incantadas».

Fuente del texto y la foto: Blog ThessTips






Las Incantadas de Salónica

El conjunto monumental denominado «Las Incantadas», en ladino, o «Los Ídolos», pertenecía probablemente a un importante edificio público del centro de la Salónica romana. Data de finales del siglo ii d. C. o principios del iii y estaba situado entre la iglesia Panayiá Jalkeon, los Baños Parádisos y la iglesia de Ayios Nicólaos, en el eje de la actual calle Aristotelus.

Durante los siglos xvii y xviii el edificio, conocido por periegetas y dibujantes de la época, constituía un impresionante monumento para los habitantes y visitantes de la ciudad. Su fachada, de 13 metros de altura, contaba con una columnata de dos alturas, con columnas de orden corintio en el nivel inferior y pilares en el superior. Estos cuatro pilares estaban decorados en sus dos lados principales con ocho esculturas en altorrelieve de figuras mitológicas. En el flanco interior estaban representados una ménade, el dios Dioniso, Ariadna y Leda con el cisne Zeus; en el exterior, una Victoria o Niké, Aura, un Dioscuro y el rapto de Ganímedes.

Hasta el siglo xix el monumento permanecía a salvo en el corazón del barrio judío de Rogos, integrado en el patio de la residencia de un comerciante. Como refieren los textos de varios periegetas, este mercader arrancaba pequeños trozos del monumento y se los vendía a los turistas.

En 1864 el paleógrafo francés Emmanuel Miller, con permiso del gobierno otomano y a pesar de la oposición general de los ciudadanos, desmanteló el edificio, troceándolo con dureza, y trasladó las esculturas a Francia, donde hasta hoy se encuentran, expuestas en el Museo del Louvre.

En 1997 fue hallado en la calle Rongoti un fragmento de un quinto pilar, donde se conserva un trozo de la cabeza y del ala de una Victoria. Se encuentra expuesto en el Museo Arqueológico de Salónica.


La leyenda

Las monumentales esculturas tomaron la denominación de «Incantadas» de una tradición popular, sin base histórica, según la cual los pilares pertenecían a una estoa que conectaba el palacio de Alejandro Magno con otro en el que habitaba su invitado, el rey de Tracia, junto con su séquito. La reina de Tracia sucumbió a los encantos de Alejandro Magno, quien por las noches la visitaba a escondidas recorriendo esta estoa, que su esposo pidió que hechizaran cuando se enteró. Aristóteles avisó a Alejandro y aquella noche no acudió al encuentro con la reina tracia. Ella, preocupada por su retraso, fue con su comitiva a la estoa para esperarlo y, hechizada por la magia, se convirtió en una estatua de mármol, lo que también le ocurrió a su esposo que había salido a comprobar si el hechizo había surtido efecto.

Rocas que parecen príncipes, novias, animales o barcos, fueron una vez reales para la tradición popular, hasta que un giro del destino, una intervención divina o mágica, una bendición o una maldición los petrificó y quedaron allí para siempre, testigos tangibles de la insignificancia de los humanos frente a lo divino y al hado. Tales tradiciones son conocidas ya desde Homero, con la historia del barco de los Feacios que llevó a Odiseo desde Corfú hasta Ítaca, en contra de la voluntad de Poseidón, quien, furioso, lo petrificó. Otra de estas tradiciones es la leyenda del rey de mármol: cuando se vio rodeado por los Turcos, un ángel lo levantó, lo escondió en una cueva, lo convirtió en mármol y aún sigue allí en forma de estatua, hasta que el ángel lo devuelva a la vida para liberar a la ciudad.

Leyendas similares están presentes en muchas culturas y forman parte de los mitos fundacionales, pues a menudo tratan de interpretar hechos históricos de especial relevancia, personajes mitológicos o históricos, accidentes geográficos o monumentos antiguos, cuyo significado con los siglos se alteró o se olvidó.


Las Incantadas y el barrio judío de Rogos

En 1492 los judíos sefarditas se vieron obligados a abandonar su país en un plazo de tres meses por orden de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, por no convertirse al cristianismo. El entonces sultán Bayaceto I (1481-1512) concedió permiso para que los refugiados judíos de España se instalasen en Salónica. Más adelante llegaron otras oleadas de refugiados judíos desde Italia, Francia, Portugal y Rumanía. Así se fundaron en la ciudad varios barrios judíos con sus sinagogas. Según periegetas de mediados del siglo xviii, en la Salónica de los tiempos otomanos (1430-1912), el número de judíos era superior a la suma de los habitantes cristianos y turcos.

A mediados del siglo xvii se funda el barrio judío de Rogos o Rogoz, que se extendía al norte de la calle Egnatía y hasta la altura de la calle Filipu, y desde la calle Ayíu Nicoláu hasta la calle Veniselu, e incluía el monumento de las Incantadas. Una calle del barrio era Suretler (o Idolon, ‘de los ídolos’), nombre que tomó de la estoa de los ídolos (Incantadas), lo que demuestra la admiración que causaba en la gente este conjunto monumental de la Salónica romana.


El rapto de las Incantadas

La crónica del despiece y saqueo de las Incantadas fue registrada por el paleógrafo francés Emmanuel Miller en su obra Le Mont Athos, Vatopedi et l’île de Thasos, editada en París en 1889. El 30 de octubre de 1864 Miller atracó en Salónica, adonde había llegado desde la isla de Tasos. Veinte días antes se había asegurado el permiso del sultán para retirar y transportar las esculturas a París.

Sin embargo, a su llegada a la ciudad el cónsul francés le informó de que tenía orden de las autoridades francesas de despiezar el edificio entero. Como Miller no disponía de los medios técnicos para tal obra, se dirigió al Pashá turco de Salónica, quien le prometió que se encargaría de procurarle todo cuanto necesitara para llevarse las esculturas de mármol del edificio.

El 2 de noviembre de 1864 comenzó la violenta extracción de las antigüedades. Miller planeaba llevarse el monumento entero y cortar toda la parte superior. Cónsules europeos de la ciudad telegrafiaron a Constantinopla para evitar que las Incantadas salieran de Salónica. Los habitantes de la ciudad acudían a raudales para ver el proceso y protestan ante la terrible tentativa que veían realizarse ante sus ojos. Pero el despiece de las estatuas se completó el 12 de noviembre. A pesar de las dificultades del traslado, las esculturas y los elementos arquitectónicos llegaron a puerto en carros tirados por cuatro pares de bueyes y acompañados de la tripulación y el armamento de un barco de guerra francés.

La desmembración del monumento duró varios días. Miller decidió ampliar su estancia en Salónica, pues tenía intención de realizar una excavación en la zona de las Incantadas. Sin embargo, las grandes lluvias de noviembre se lo impidieron. A principios de diciembre Miller llevó a París un capitel más y los últimos fragmentos de mármol del monumento.






Ganimedes y el águila

Ganimedes, un efebo de noble linaje de Troya, era tan hermoso que Homero lo describió como el más bello de los mortales. Vivía despreocupadamente ocupándose de los rebaños de su padre en el monte de Troya, el Ida. Zeus se enamoró de él y, transformado en un águila, lo raptó y se lo llevó al Olimpo. Allí Ganimedes se convirtió en el copero de los dioses.

El conjunto representa el rapto del joven, que apenas toca el suelo sin ofrecer resistencia. La enorme águila-Zeus lo tiene sujeto fuertemente con sus garras. Ganimedes, que aparece como un joven atlético, con una clámide sobre los hombros y el característico gorro frigio de su patria, y reacciona al abrazo con un movimiento del brazo y la cabeza.  El erotismo y la ternura se muestran en sus miradas.



Leda y el cisne

Leda, la reina de Esparta, se unió a Zeus cuando este se enamoró de ella y se transformó en cisne para acercársele. Leda abrazó al cisne para protegerlo de un águila que lo perseguía. De su unión, la misma noche, con el cisne-Zeus y con su esposo, el mortal Tíndaro, puso dos huevos, de los que nacieron dos pares de gemelos: la Bella Helena y Polideuces, o Pólux, que se consideraban hijos de Zeus, y Cástor y Clitemnestra, hijos a su vez de Tíndaro.

En este conjunto está representado su abrazo erótico, con Leda semidesnuda sosteniendo tiernamente entre sus brazos al cisne, y levantando con la otra mano su túnica para taparlo y protegerlo.




Ariadna

Ariadna, hija del rey de Creta, Minos, se enamoró de Teseo cuando este acudió a enfrentarse al Minotauro, y lo ayudó a encontrar la salida del laberinto dándole un ovillo de hilo, el famoso «hilo de Ariadna». Quiso acompañarlo a Atenas, pero él, por orden de los dioses, la abandonó dormida en la isla de Dioniso, Naxos. El dios llegó poco después a la costa y, atraído por su belleza, le regaló una diadema de oro, obra de Hefesto, que brillaba tanto que acabó convirtiéndose en una constelación (Corona Boreal). Se casó con ella y se la llevó consigo al Olimpo.

Aquí, Ariadna aparece junto a Dioniso, coronada con la planta sagrada de este, la hiedra, y con su símbolo vegetal en la cintura: la rama de parra.




Dioscuro

Los Dioscuros, Cástor y Polideuces (o Pólux), eran los hijos gemelos de Zeus. Sin embargo, solo Polideuces era hijo verdadero de Zeus y Leda, mientras que Cástor fue engendrado por Leda la misma noche con su esposo, el mortal Tíndaro. Los gemelos participaron en la expedición de los argonautas y en otras aventuras mitológicas. Cuando Cástor murió, Zeus llamó a Polideuces al Olimpo, pero este renunció a la inmortalidad sin su hermano y pidió que la compartieran. Así, Zeus les permitió vivir en el Olimpo por turnos, o, según otra versión del mito, se convirtieron en la constelación de Géminis (los Gemelos), cuya aparición es considerada por los marineros como un buen augurio. Representan la audacia y la fraternidad, y eran los protectores de la épica, los marineros y los viajeros.

Aquí muy probablemente está representado uno de los Dioscuros, como figura juvenil y heroica con una clámide como única vestimenta que cae por la espalda desde los hombros, y un gorro cónico sobre la cabeza, el pilos. A su lado aparece el busto de un animal.




Aura

Aura, hija de un titán y una mortal, personifica la brisa fresca. Como viento que era, volaba etérea, se deslizaba por el aire, se perdía y volvía a aparecer, confiriendo frescor a la naturaleza. Dioniso se enamoró de ella e intentó alcanzarla corriendo, pero Aura, siendo más ligera, se escabulló. Dioniso recurrió a la diosa Afrodita y esta hizo que Aura perdiese el juicio, para que así se entregara a Dioniso. De su unión nacieron gemelos, pero Aura, en su enajenación, los troceó y luego se tiró al río Sangario, en Asia Menor. Su naturaleza ligera, sus apariciones y desapariciones inesperadas y su trágico mito la han relacionado con las almas de los muertos, que aparecían y se perdían como la brisa.

Aquí Aura está representada como una joven que flota ligera, con la túnica ondeando detrás de ella y formando un arco.




Dioniso

Dioniso, hijo de Zeus y Sémele, conocido principalmente como dios del vino, la vid y la celebración, era la más sobresaliente deidad de la fertilidad y el renacimiento de la naturaleza. Su esposa era Ariadna. Lo acompañaban las ménades, ninfas dominadas por el éxtasis dionisiaco, y por los espíritus de la fertilidad, las aguas y los bosques: los sátiros y los silenos. Los mortales lo adoraban con todo tipo de libertad, con ruidosas procesiones y bailes frenéticos, y a menudo enmascarados. La evolución del culto dionisiaco dio lugar al antiguo drama y al teatro actual.

Dioniso está representado aquí como un joven semidesnudo, coronado con su planta favorita, la hiedra y con un racimo de uvas en la mano. A su lado está su animal preferido, la pantera.




Ménade

Las ménades eran ninfas que acompañaban al dios Dioniso junto con los otros espíritus de la naturaleza, los sátiros y los silenos. Su nombre está relacionado con la manía, pues encarnaban el frenesí del éxtasis dionisiaco, producto de la embriaguez y del baile. Honraban a Dioniso con cantos, clamores y bailes exuberantes. Corrían por las montañas junto a los animales salvajes y con los poderes que les procuraba el éxtasis dionisiaco arrancaban árboles, mataban animales y se comían su carne cruda. Sus producciones pacíficas eran la vendimia y la fabricación del vino.

La ménade aquí representada está tocando el aulós y bailando de puntillas, con la túnica transparente ondeando con sus giros.




Victoria

La diosa alada Victoria, o Niké, hija del titán Palas y Estigia, era la personificación del concepto de victoria en enfrentamientos bélicos o pacíficos, y conducía el carro de los dioses. Descendía del cielo para recompensar gloriosamente a los vencedores, otorgándoles coronas de laureles, ramas de palmera o cintas de tela.

Aquí se la representa como una joven alada que baja del Olimpo para premiar a algún vencedor con una cinta que sostiene a la altura de los muslos. Su vestimenta ondea por detrás de su cuerpo y uno de sus pies toca el suelo.







Una Incantada en Salónica

El fragmento de mármol fue hallado en 1997 en la calle Rongoti y en la actualidad se encuentra expuesto en el Museo Arqueológico de Salónica. Su parecido con la cabeza de la otra victoria, que se conserva entera en el monumento de las Incantadas, y los restos del ala a la derecha de la cabeza permiten identificarla con una victoria y atribuir el hallazgo al mismo monumento.

Claramente el fragmento proviene de un quinto pilar, el cual se había derrumbado junto con el resto del edificio durante los terremotos que tuvieron lugar en tiempos bizantinos.

El que el fragmento fuera hallado entre las brasas del incendio de 1917 nos lleva a pensar que había sido incrustado en alguno de los edificios que se quemaron y luego fue arrastrado a la zona del puerto.






Ariadna

Dioniso

Ganimedes

Leda

Ménade

Victoria

Detalle de la Victoria

jueves, 17 de diciembre de 2015

Φοίβη

La semana pasada nos enteramos del nuevo destino de Γιώργος: Nea Visa, un pueblecito junto a la frontera con Turquía, en Tracia. Ya lo sospechábamos. Así tengo una excusa para ver el norte de Grecia; hay ciudades muy bonitas, dicen, como Alexandrúpoli, Didimótijo (lit., 'muro gemelo'), o Adrianúpoli, que ahora es Turca y se llama Edirne.




También la semana pasada fui a casa de mi casera a pagarle el alquiler; me dijo que me pasara yo porque tenía que hacer noséqué y no le iba a dar tiempo. Me puso un café y galletitas rellenas de crema y estuvimos charlando un rato. Mientras tanto, sus tres hijas, de tres, siete y once años, no paraban de dar vueltas por el salón, hablando, gritando, riendo, la pequeña tirando mi café y adornando toda la casa, pues por lo visto había ido en el día de la decoración navideña de la casa.

Me acabé haciendo amiga de las tres, sobre todo de la mayor, que me cayó muy bien, y yo a ella, sobre todo cuando se enteró de que era española («¡Bieeen! ¡Eres la primera española que conozco!» y de que era traductora («Ohh, ¿traduces libros?»). Mi visita para pagar el alquiler acabó convirtiéndose en una clase de español para niños. Obviamente, la que aprendió de verdad fue la mayor, que además estudia alemán; las otras dos se vinieron solo porque querían hacer ellas también como su hermana, pero las pobres aún no sabían ni el alfabeto latino. La pequeña probablemente ni el griego.

Nos dieron las diez de la noche, hasta habían acostado ya a la pequeña, cuando me di cuenta de la hora que era y decidí que debía ir retirándome. Cuando me levanté del sofá las otras dos niñas corrieron a llenarme una bolsa con adornos navideños para que decorase mi casa. La mayor me preguntó si antes de irme podía darme un abrazo. Fue muy tierno.


Y ayer se fue Roberto a Málaga a pasar la Navidad con su familia. Volverá dentro de casi un mes, el doce o el catorce de enero. Luego dice que no se lo está pasando tan bien en el Erasmus como esperaba, que no tiene amigos griegos y que se aburre en las clases. Y coge y se va un mes por Navidad. Yo no sé qué es lo que esperan los que se van de Erasmus. ¿Es que no han visto cómo están los que vienen a España?: nosotros, los nativos, ya tenemos nuestra pandilla hecha desde primero o segundo, y entonces ellos, que han venido con toda su ilusión para aprender español, acaban juntándose solo con los otros Erasmus, y al final lo que practican es un español con errores que no corrigen porque sus interlocutores son también estudiantes de español con otros errores y calcos de sus respectivas lenguas maternas. Más aún cuando el destino es Grecia, que lo coge la gente porque, además de tener un clima estupendo, no hace falta aprender el idioma porque muchas clases son en inglés. Entonces, cuando un Erasmus viene a Grecia y es de los pocos que estudia griego y quiere practicarlo, se encuentra con que, obviamente, los griegos no van a ir corriendo en su busca para hacerse amigos de una persona que chapurrea su idioma y en vez de charlar van a pasarse cuatro, seis o nueve meses explicando, corrigiendo, repitiendo y hablando despacio. Y lo que pasa es lo mismo que pasa con los Erasmus que ha visto en su universidad de origen, en España: acaba juntándose con un turco, un checo, una polaca, una italiana y una alemana, y no practica ni griego ni inglés, este último por las mismas razones que he expuesto arriba. Y todo esto lo comprobé ayer en directo, no es que me lo esté inventando.

Roberto dice que mientras esté en su casa se pensará si se queda o no el segundo semestre y que, si al final decide quedarse, se irá del agujero en el que está viviendo y se vendrá a mi casa conmigo. Yo le dije que si se viene hablaremos siempre en griego, para que no diga después que por venirse conmigo ha dejado de practicarlo (tampoco es que en su actual piso lo practique: convive con dos turcos y hablan entre sí en inglés; o en algo parecido) y, para convencerlo, le he dicho que iremos juntos a todas las exposiciones, actos, presentaciones y demás que se organicen en Salónica (también le he listado todas a las que ya he ido yo en mes y medio y él se ha perdido, como el Open House; no le entra en la cabeza que es la ciudad más activa culturalmente de Grecia, más que Atenas, y eso que allí está el Instituto Cervantes y sube la media) y que viajaremos por el norte de Grecia para ver a Yorgos y todas las ciudades que haya enmedio. Como no se quede, a ver cómo hago yo para ver todo lo que quiero ver; no me gusta viajar sola.

Como mínimo:

  • Samotracia
  • Alexandrúpolis
  • Didimótijo
  • Adrianúpolis / Edirne
  • Flórina, Kilkís, Seres, Drama, Cavala, Xanci y Comotiní no sé si tienen algo digno de ver.

martes, 8 de diciembre de 2015

Αλκή

El viernes fue la jura de bandera de Γιώργος. Hicimos lo mismo que la última vez: bus hasta Caterini y desde allí en coche hasta Grevená con los tíos de Γιώργος. Solo que esta vez había una diferencia: se vino Roberto con nosotros, porque le hacía ilusión (y tenía curiosidad también) ver una jura de bandera de la mili griega, algo que de su país no verá nunca ya, y porque quería quedarse luego en el pueblo y ver cómo vivimos.

La verdad es que me impresionó ver la jura de bandera. No sé si en España era parecida, supongo que sí, pero el solo anacronismo me provocó una sensación extraña. Cuando llegamos estaban todos (los 350) en formación, como hoplitas en la falange. Por los megáfonos sonaba una marcha militar y la voz de algún superior que les daba las instrucciones (firmes, descansen, ar, firmes, ar, descansen, firmes, descansen, firmes, descansen, ar, ar, descansen, descansen) y les dictó el juramento que debían pronunciar con la mano extendida. Antes del juramento habló, o salmeó con el característico modo griego, el obispo de Grevená, para lo cual la voz en off ordenó a los jurandos que se descubrieran la cabeza, y que se la volvieran a cubrir cuando terminó su intervención. Excepto en este momento, los pobres se pasaron todo el rato dando patadas al suelo.

No tienen ni los puños cerrados ni las manos abiertas con la palma hacia abajo; es un gesto religioso.
Fuente: efsyn.gr

Cuando terminó la jura de bandera, con un desfile de los nuevos graduados, Γιώργος recogió sus cosas y nos fuimos todos al pueblo, donde pasamos la noche y Roberto conoció la maravillosa y deliciosa cocina de la tía Χαρούλα, y al día siguiente volvimos a Salónica. Fuimos los tres a mi casa, almorzamos (Roberto había traído algunos víveres el día anterior a la jura, que durmió en mi casa para ir juntos a la estación de autobuses) y fuimos al centro a dar una vuelta y tomar un café.

Los siguientes días, hasta hoy, hicimos de nuevo como la última vez: en esta ocasión, entre paseos y vueltas (¡y lavadoras!), vimos el Museo de la Lucha Macedónica y el Museo Judío de Salónica, a cual más interesante. Hoy al mediodía hemos ido otra vez a la estación de autobuses que tan bien conozco ya y Γιώργος ha vuelto a abandonarme para irse a Grevená. Cuando llegue le dirán cuál es su nuevo destino, donde servirá ya hasta el final de la mili o hasta nuevo aviso, y llevarán a cada uno a su nuevo cuartel en las camionetas militares que vemos en las películas.