En la Fundación nos piden cada mes una traducción (algo corto, no una novela entera: un relato, un capítulo de un libro o algo así), creemos que es para justificar que hacemos algo, porque como no tenemos «deberes» ni exámenes en las clases, parece que no hacemos nada.
Cada uno tiene un tutor de su misma nacionalidad con el que revisa la traducción cada mes para enviarla a la Fundación. El tutor de los españoles, Juan y yo, es Pedro Olalla, al que conocimos el día de la primera clase de la Fundación, cuando vino todo el mundo (profesores, tutores, Valtinós, Kikí Dimulá, antiguos alumnos...), y nos dio su teléfono y su dirección de correo electrónico. Nos dijo que estaba dando unas clases sobre traducción en el Instituto Cervantes y que iba a preguntar si podíamos ir nosotros como oyentes, para ver desde nuestro punto de vista cómo son unas clases de traducción (español-griego, sobre todo, pero también griego-español) explicadas a griegos. Luego podríamos quedarnos los tres y ver nuestras traducciones. Las iré subiendo, junto con otras que haré por gusto, en «
Traducciones».
Hemos ido ya a tres clases; en la primera vieron una traducción al griego que les había mandado la semana anterior (nosotros fuimos en la tercera clase) sobre un cuadro de El Greco, bastante complicada, pues el texto original tenía una redacción en cierto modo enrevesada y además contenía varios términos específicos del ámbito de la pintura. Una de las griegas dijo que le había preguntado a una amiga suuya pintora para poder traducirlo. En la segunda parte de la clase nos (les) explicó los criterios de transliteración del griego antiguo al latín, que los latinos basaron en la pronunciación del griego antiguo; por eso, como sabemos, representaban la 'β' como 'b', la 'η' como 'e' (larga), la 'θ' como 'th' y la 'φ' como 'ph'. Cuando mencionó cuál era en griego antiguo la pronunciación de la 'β' y la de la 'η', los griegos pusieron una cara de absoluta sorpresa. Al final de la clase nos dio el texto de la semana siguiente: un texto en griego, para traducir al español, sobre el templo de Zeus Olímpico de Atenas. Dijo que la redacción en griego estaba regular, que intentásemos arreeglarla en la traducción. También nos dio un esquema de un templo dórico con todas las partes señaladas en griego para que las buscásemos en español.
En la segunda clase vimos las partes del templo (yo las había encontrado todas, entre su diccionario, Google, Wikipedia y, sobre todo, unos apuntes de Anto), lo cual nos ocupó toda la primera mitad, y durante la segunda nos explicó los sistemas de transliteración: el internacional/inglés y el de Bádenas (lo he puesto en la lista de enlaces, aquí a la izquierda). Decía que la transcripción de Bádenas no le gustaba nada porque creía que se contradecía, y él las cosas que se contradicen pues no las usa. Por ejemplo, decía que Bádenas propone usar una jota para transcribir la 'χ', una ce para la 'θ' o una y griega para la 'γ' (con 'ε', 'ι') y que entonces así la palabra queda con una forma muy extraña que impide que un griego o incluso casi cualquier persona pueda reconocerla. ¿Quién va a reconocer «Aciná» o «Mijalis»? También comentó que para la 'ζ' Bádenas propone una ese, y entonces ahí se está eliminando la pareja 'σ' - 'ζ', que en griego sí existe y distingue palabras. Pero cuando se le preguntaba qué había que hacer entonces, empezaba con largas y rodeos «Bueno, pues habrá que buscar otra cosa», «habrá que pensar algo»; y cuando explicaba la transcripción internacional/inglesa decía: «Bueno, aquí esto se transcribe así, que tampoco es exactamente como se pronuncia, pero bueno...». Es decir, se contradecía a sí mismo todo el rato, y los pobres griegos estaban confundidísimos y no sacaron nada en claro. Dijo además, respecto de la transcripción internacional/inglesa, que «¿veis?, aquí la 'θ' se transcribe como 'th', pero no es porque sea del inglés, porque vimos la semana pasada que los latinos lo hicieron así también». Me parece un argumento genial, pero si en inglés la 'th' no se pronunciara así, la 'θ' se transcribiría de otro modo, y si la lengua internacional no fuera el inglés, tampoco.
Y ahora digo yo: la función de la transcripción ¿no es posibilitar la lectura de la palabra a la persona que no sabe griego? Porque si supiera griego, se podría dejar escrita en ese alfabeto sin ningún problema. Pero, ya que te la paso a tu alfabeto para que sepas leerla, debería transmitir la pronunciación en la lengua original, pues si te la transcribo de cualquier manera tampoco vas a saber leerla y no habrá servido de nada; de lo mismo serviría dejártela en griego. Así, tenemos a primeros ministros que se llaman «A
ntonis Sam
áras», capitanes de barcos petroleros llamados «Ar
jirop
óulos» (Argyropoulos) y otras aberraciones sacrílegas. Además, respecto a sus argumentos sobre que la transcripción de la 'ζ' con una ese anula la pareja 'σ' - 'ζ' y que las formas con eses, ces, jotas e íes griegas son excesivamente lejanas del original: ¿qué hacemos con la transcripción al griego de palabras escritas en alfabeto latino? En griego no hay sonido fricativo prepalatal sordo (representado en inglés con 'sh', en francés con 'ch' y en alemán con 'sch') ni letra para representarlo, por lo que transcriben 'Michigan' como 'Μίσιγκαν', es decir, eliminando la pareja 's' - 'sh'. Por otra parte, topónimos como Μπέρμιγχαμ, Κέμπριτζ ο Ντίσελντορφ son bastante irreconocibles también, ¿no? ¿Qué hacemos con eso? «Pues en este caso no podemos hacer otra cosa, hay que dejarlo así porque, en última instancia, es como se pronuncian esas palabras», seguro que respondería. Otra contradicción.
En la tercera clase vimos la traducción al español del texto sobre el templo de Zeus Olímpico y también deberíamos haber visto la que nos había dado para esa clase, pero no dio tiempo. Esta era de nuevo al griego, y al darnos el texto original, nos dijo: «Este texto no es como el del Olimpieion, este está bastante bien escrito en español y no tendréis que arreglarlo». Cuando lo vimos, resultó que estaba firmado y todo: «Pedro Olalla. Embajador del Helenismo». Modestia ante todo. Así es él. El texto, sobre el nuevo Museo de la Acrópolis, está
subido en su página web. En esta tercera clase, una chica, que cada vez me cae mejor, le preguntó sobre las comillas, porque había encontrado un libro para traductores, de la Unión Europea, que mantenía que en español las comillas que deben emplearse son las latinas. Él le contestó que no debía hacer caso a eso, que no pasa nada por usar las comillas inglesas porque son las internacionales (coronando su respuesta con un «mira, en este texto, por ejemplo, se han usado las inglesas». Se refería al que nos acababa de dar, escrito por él). Así, con un par. Es como lo de la transcripción: son las internacionales porque son las inglesas. Y en español se usan muchísimo porque están en el teclado, mientras que las latinas (o españolas) no lo están. Lo que yo hago es cambiar al teclado griego, que sí las tiene. El caso es que se puso a decirle que podía usar las inglesas sin ningún problema, o también las latinas, o que incluso podía marcar la palabra (le había preguntado por
cella, la sala central de los templos clásicos, un latinismo) con cursiva. Así, como si la cursiva y las comillas pudieran usarse indistintamente. La pobre chica se quedó tal vez más liada de lo que estaba y yo rematé la intervención de él diciéndole: «De todas formas, la RAE recomienda usar las latinas». Se quedó mirándome con una media sonrisa durante un par de segundos; esa fue su respuesta.