miércoles, 18 de mayo de 2016

Φοίβη



La Feria Internacional del Libro de Salónica es simplemente genial. Ya me gustaba la de Madrid: dos semanas y pico, cientos de casetas de editoriales y otras tantas firmas de libros en ellas bajo el buen tiempo de finales de mayo y principios de junio en el Retiro. La de Salónica, por su parte, son cuatro días, dos pabellones del recinto de ferias y exposiciones, decenas de casetas de editoriales, presentaciones de libros, charlas literarias con escritores y editores, actos para niños, un país concreto cada año al que se dedica la Feria... Este año el país invitado era Rusia, y el espacio que le habían dedicado en uno de los pabellones había continuamente actos diversos, en ruso y en griego, y no solo literarios sino también culturales, y musicales en concreto. También había un espacio reservado para actos y charlas acerca de los refugiados, obviamente los de Siria, pero también tenía un hueco la historia de refugiados de Grecia.


Además, esta edición de la Feria del Libro de Salónica contaba con el I Festival de Literatura Extranjera y Traducción y sus correspondientes charlas, talleres, exposiciones y demás actos relacionados con este noble arte a cargo de traductores, profesores y personajes afines, además de conversaciones con autores extranjeros y presentaciones de sus obras. El espacio reservado para este Festival dentro de la Feria era la Sala Babel. Evidentemente.

Fuente: http://thessalonikibookfair.helexpo.gr/
El primer día, jueves, antes incluso de la inauguración oficial, ya empezaban las actividades a las cinco de la tarde, y allí estaba yo, en la Sala Galería para ver a Constandinos Paleologos como moderador del primer encuentro de traductores: una traductora de español, una de portugués y uno de danés, alemán y otras lenguas escandinavas y bálticas que charlaban sobre anécdotas de la profesión. Después ya pude hacerme con un programa, lamentar que tantas cosas interesantes coincidieran a la misma hora en distintos pabellones y marcar lo ineludible. Las salas tenían todas nombres sugerentes: Sala Aristóteles, Sala Babel, Sala Galería, Sala Refugiados, Sala William Shakespeare, Sala Nicólaos Yermanós (fundador de la Exposición Internacional de Salónica en 1925) y Café Filológico.

Otro de los días, en un acto con Petros Márkaris organizado por el Goethe Institut para germanófonos, el escritor adelantó que su próximo libro saldría en breve y se titularía 'Offshore'. Además, hablando sobre las minorías étnicas en otro país, contó que él mismo pertenecía de niño a la minoría de griegos en Estambul, donde todas las minorías se juntaban entre sí; sus amigos eran judíos que hablaban ladino, y cuando iba a casa de alguno saludaba a la madre: «Hola, señora», y ella le decía «¿Qué quieres, chiquitico?».



Al hilo de esto, fue también inspiradora la charla (moderada por el traductor británico Daniel Hahn) con tres autores canadienses, cada uno con un vínculo exótico: Madeleine Thien (Malasia, China), Rawi Hage (Líbano) y Joseph Kertes (Hungría). Los tres hicieron hincapié en la evidente influencia de sus dispares procedencias (bien por padre y madre, bien por uno de ellos) en sus obras.

Conocí en persona, y obtuve su firma, a varios escritores griegos contemporáneos, como Yorgos Scabardonis, Jristos Jomenidis y Alecos Papadatos. Sufrí por la traductora de Rob Davis, que presentaba su traducción al griego de la nueva novela gráfica del británico y le hacía interpretación consecutiva inglés-griego no prevista y por tanto sin papel a mano; tuvo que apañarse con un lápiz y un folleto de la Feria hasta que un alma caritativa que la veía sudar le alargó un folio. Admiré a la intérprete simultánea inglés-griego-inglés para extranjeros anglófonos que se pasó cuatro días viviendo en la cabina interpretando a y para anglófonos nativos y no nativos. Y escuché el euskera por primera vez en mi vida durante la charla de la escritora invitada Katixa Aguirre, que siempre publica en esta lengua y nos leyó un fragmento de su última novela.

Entre catálogos, programas, folletos, marcapáginas, libros y cuadernos
al final no me salió tan cara la broma.



Fue una pena que Γιώργος, el gusano de biblioteca más gordo que jamás he conocido y conoceré, no haya podido disfrutar de estos días tan bibliofílicos. Otro año será. Por de pronto lleva un par de días aquí y estamos aprovechando nuestros últimos días en Salónica saliendo a pasear con el buen tiempo.

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